FRANCISCO SEVILLA, PICADOR DE TOROS DESDE 1830 A 1841.
“Era Sevilla hombre de apostura gallarda, robusto, rostro atezado como un mulato, ojos magníficos y fisonomía semejante a la de un César de Tiziano”. Así define Teófilo Gautier las prendas que ornaban al gran picador sevillano, nacido en 1805. El periodista, dramaturgo, novelista, fotógrafo… francés, echaba de menos al picador Sevilla, 5 años tras su muerte, cuando escribía sus crónicas de las corridas reales de 1846: “¡Ay!, tú faltabas, hércules Sevilla, de mirada brillante, cara morena y jovialidad heroica; la pica se escapó de tu valiente mano, y la enfermedad te ha derribado; a ti, que hacías sentarse a los toros sobre sus jarretes. Tu nombre está escrito ahora entre los de las celebridades de la tauromaquia, entre los de “Illo”, Romero y otros héroes”.
El gran novelista y dramaturgo francés, Alejandro Dumas, fue otro partidario y admirador del picador Francisco Sevilla, al que definió como: “Héroe homérico”.
Tras su debut en Madrid, el 4 de octubre de 1830, los cronistas le auguraron una brillante carrera por su valor, buena monta y buena disposición. Y en su siguiente actuación en dicha plaza, el día 25, tras ser abatido por el 5º toro, bajo el cual quedó preso, su arrojo y habilidad quedaron de manifiesto por la lucha que mantuvo con el morlaco, que fue luego cantada por el escritor e hispanista francés Próspero Merimée, asistente al circo: “Recientemente, el picador Francisco Sevilla fue derribado, y su caballo destripado por un toro de fuerza y agilidad prodigiosas. El toro, en lugar de dejarse distraer por los peones, se encarnizó con el hombre, lo pisoteó y bajó la cabeza para clavar el asta en su pecho. Entonces Sevilla, incorporándose con esfuerzo desesperado, con una mano cogió al toro por una oreja y con la otra le metió los dedos por las narices, mientras apoyaba su cabeza sobre la del toro. (…). Le llevaron un caballo, saltó encima ardiendo de cólera, y atacó de nuevo al toro en el medio de la plaza. Un choque terrible y caballo y toro cayeron de rodillas. La muchedumbre sufrió una especie de embriaguez, de alegría frenética viendo tanta valentía; yo envidié al picador Sevilla. Este hombre se hizo inmortal en Madrid”(iv).
Como vemos, el picador adquirió pronto alto y relevante prestigio. Más tarde alcanzaría el honor de ser considerado uno de los tres picadores más reputados de su época, junto a Luis Corchado y José Trigo “Recortes”, superando a los maestros de sus inicios, Cristobal Ortiz, Juan Martín “El Pelón” y Juan Marchena “Clavellino”.
Su incierta biografía no determina con claridad las fechas de nacimiento y muerte, incluso dudamos de que su apellido fuese real, sino que adoptase en los carteles el apodo de su natalicio, a lo que sería secundado por su hermano José. Parece que nació en Sevilla en 1805, y que murió en Madrid en “Los Carabancheles”, en 1841, tras su última actuación en la plaza de la Corte el 31 de mayo de dicho año, en la que figuraba como reserva, pero en la que tuvo que actuar para picar a los Veraguas “Ventero”, que lo derribó, y al 5º, “Saltador”, que mató 7 jacos y tumbó a 7 picadores. Desde luego, nuestras investigaciones no han logrado encontrar su nombre en ninguna otra documentación, si bien algún biógrafo ha dado como fecha de su muerte la del 27/X/1842.
Según nos dice Francisco López Izquierdo[i], el 4/X/1830 era nuevo en la plaza de Madrid, en la que picó en tanda con Juan Martín “Pelón”, a las órdenes de Manuel Lucas Blanco y Roque Miranda. Con este último volvió a picar el 25/X, logrando la gran actuación que le cantara Merimée, apareciendo ya con el apodo de “Troni”. Su ascensión fue rápida, y en la siguiente temporada ya era el picador preferido de Francisco Montes, con el que aparece en los carteles del debut en Madrid del torero de Chiclana el 18/IV/1831. Como dato, en esa corrida Montes cobró 1.800 reales, mientras Juan Jiménez devengó 2.600 y Juan Romero 2.000.
Durante la temporada del 31, Sevilla picó en tanda en las 20 primeras corridas de la plaza madrileña, y sólo faltó en los carteles de las dos últimas. Sus actuaciones en las temporadas siguientes fueron continuadas, normalmente en tanda con “El Pelón” y Antonio Sánchez “Poquito Pan”, los más afamados de aquellos años. Acompañaba a “Paquiro” en sus actuaciones fuera de la Corte, pues el torero de Chiclana tenía gran confianza en su trabajo. En Aranjuez, en 1840, Isabel II le pide a “Paquiro” que repita el salto de la Garrocha, pues la 1ª vez se lo había perdido; Montes no pudo resistirse a la petición real, a pesar de conocer que las condiciones del toro no permitirían otro engaño. Al saltar fue prendido por el morlaco que le infringió 7 cornadas, y que lo habría matado si no hubiera acudido Sevilla raudo para llevarse al toro con un puyazo en los ijares. En Ronda, quitando Montes al toro del caballo de Sevilla, sufrió el chiclanero un gran achuchón del morito que salvó a base de astucia y condiciones al saltar en el estribo. Fue en esa corrida donde Pedro Romero le dijo: “A usted lo ha parido una vaca”. Esto nos cuenta Aurelio Ramírez Bernal “P.P.T.” en su libro “Memorias del tiempo viejo”[ii], recopilación de sus artículos aparecidos en la revista “Sol y Sombra” a finales del siglo XIX y principios del XX, editado por la Unión de Bibliófilos Taurinos.
El gran José Sánchez de Neira[iii] nos dice que lo vio actuar, y lo define como un picador muy fuerte, no muy alto, con gran voluntad y poder. En ello coincide Gautier, destacando su fuerza por encima de su arte y conocimientos taurómacos. De sus muchas hazañas podemos narrar la referida a una corrida en Murcia, en la plaza de Camachos, 1838, cuando colocó 11 varas a un fuerte toro colmenareño sacando el caballo ileso, por lo que fue premiado con el regalo del jaco que montara.
Como rasgo de su generosa personalidad, podemos referir la acaecida en un viaje a Barcelona para actuar como piquero en 1834. La pandemia por el Cólera exigía la cuarentena (de 10 días) a todos los viajeros procedentes de Madrid, menos al picador, que estaba autorizado para que pudiera realizar su trabajo sin traba alguna. Francisco Sevilla, que había compartido calesa con la condesa de Montijo y sus hijas, pidió que dejaran a las tres mujeres proseguir su traslado, ya que de no autorizarlo se excusaría de actuar en la plaza de toros de la capital catalana. Su generoso gesto tuvo el fin deseado y la Viuda de Montijo y sus hijas, la futura duquesa de Alba, María Francisca de Sales Portocarrero y Kirkpatrick, y la que sería Emperatriz consorte de los franceses, María Eugenia Palafox y Kirkpatrick, que casara con Napoleón III, prosiguieron su viaje camino de Francia sin mayor impedimento. A pesar de los pocos datos de que se dispone, la importancia que tuvo la trayectoria profesional de Francisco Sevilla fue brillante, indiscutiblemente. Desde el principio de sus actuaciones se destacaron su entrega, su valentía y su completo dominio de la Suerte de varas, en aquella época tan difícil para el emocionante arte de la primera suerte del toreo. Todas las referencias y anécdotas escritas sobre él, dan fe de que fue uno de los más prestigiosos picadores de toda la historia del toreo. Si no el más ortodoxo y conocedor del arte de picar, si uno de los más intrépidos, efectivos y admirados por los públicos y por los demás toreros de su tiempo.
FRANCISCO SEVILLA, PICADOR DE TOROS
(Correspondo con este somero artículo a la solicitud que me hizo el gran escritor y aficionado taurino Pedro A. Plasencia, invitándome que refiriera datos sobre éste singular picador sevillano).
Trujillo, 8 de marzo del 2021.
[i] “Plaza de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874)” II tomo, pág. 119. Editado por la Unión de Bibliófilos Taurinos en 1988, Madrid.
[ii]“Memorias del tiempo viejo”, Aurelio Ramírez Bernal “P.P.T.”. Editado en 1996 por la Unión de Bibliófilos Taurinos.
iii “El Toreo, gran diccionario taurómaco”, José Sánchez de Neira. Madrid, 1879. Edita: R. Velasco.
iv Revista «El Ruedo», nº 347.
En la Red