VENANCIO BLANCO MARTÍN
Nació en Matilla de los Caños del Río, Salamanca, en 1923; murió en Madrid, en 2018. Su padre fue mayoral de la ganadería de Argimiro Pérez Tabernero, por lo que la vida de Venancio comenzó con la visión y expresión del campo salmantino, con la facilidad para amar y captar la belleza del toro y del caballo en su entorno más real, en el color y el movimiento más genuinos.
Me interesa de Venancio, principalmente, su calidad humana, sus convicciones espirituales y su entrega al trabajo, si puede llamarse trabajo al gozar cada día de una actividad creadora y, para él lúdica. Por su grandeza artística fue múltiplemente premiado. Ya en 1959 el Ateneo de Madrid decidió que su exposición individual en su sede había sido la mejor del año. En dicho año le concedieron el primer premio Nacional de Escultura. En 1963 obtuvo el Gran premio de la V Bienal de Escultura de Alejandría. Fue nombrado director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; y muchos otros; muchísimas distinciones como gran artista.
En el año 2012 tuve el honor de entregar a D. Venancio Blanco el Madroño de Albero de la Tertulia de Amigos del Conde de Colombí: “…en consideración a su gran afición a la Fiesta, a la labor de difusión que con sus obras taurinas la depara y a su excelsa bonhomía”. En las intervenciones de los asociados a la Tertulia se recordó el tributo que el humanismo de D. Venancio dedicó a la escultura religiosa, su Cristo roto, y la del campo salmantino con la del Vaquero Charro; tributos a sus creencias y al amor a su tierra y a su padre. También se recordó el esfuerzo que cada verano realizaba el escultor ofreciendo en Priego de Córdoba unos cursos de formación para los futuros artistas plásticos; el alcalde de la localidad cordobesa, presente en el acto, le agradeció emocionado su entrega y generosidad. Generosidad que sigue prestando la Fundación Venancio Blanco, que dedica una atención especial a la juventud, a la enseñanza y formación de artistas y a la conservación y exposición de las obras del eximio escultor.
También interesa detallar que, aún superado los 90 años, Venancio trabajaba cada día en su taller de la calle de las Cañas, junto a Arturo Soria, y que, en su desayuno en el bar cercano, siempre realizaba un dibujo en una servilleta; servilletas que guardaba o regalaba (tuve la suerte de que me diera una). Ese ejercicio le mantenía en contacto con el dibujo, que consideraba la base de sus esculturas, de las formas y del movimiento.
Venancio transmitió sus creencias, su amor a Cristo; su pasión por el toro, al que amaba. Sus serenas explicaciones sobre su gran obra La última Cena, dónde y porqué situaba a Judas… Tuvo un dilema con el toro indultado; afirmaba que no era razonable para el orgullo del animal, que preferiría morir luchando, con unas explicaciones a la vez dulces y lúcidas, mostrando una tesis de la que el fundamento era el amor al toro.
Nos dijo Venancio que él nació con el toro, que era amigo del toro, animal bello que dibuja y modela con pasión; que le transmite nobleza y armonía. Hizo un símil sobre el toro y el Cristo de después de la Resurrección, tras la Última Cena, Su muerte y resurrección. Ser creyente le hacía ser feliz y vivir sereno. ¡Gran hombre!
En este particular homenaje al que fuera nuestro querido amigo Venancio Blanco, se debe destacar que la Suerte de varas fue siempre su tema taurino predilecto, tanto en esculturas como en apuntes. Su inquietud por la lucha del toro en el caballo le llevo a realizar centenares de dibujos, más rápidos de hacer que las esculturas…; vio el encuentro de los nobles animales de la corrida en todas sus facetas, posiciones, choques, esfuerzos, velocidad, lucha…
Vamos a recrearnos con diversas suertes de varas del gran maestro de la escultura y el dibujo; un maestro del Arte, bueno, trabajador y generoso, y además un gran aficionado.
Una muestra de las muchas Suertes de varas con las que Venancio Blanco estudió los encuentros del picador con el toro y las posturas que adoptaban los caballos de picar. Venancio Blanco fue, a mi manera de ver, el artista plástico que más obras realizó sobre la suerte de picar. Incluso dejó en la mesa de trabajo una inacabada en la que el toro eleva a caballo y jinete por los aires demostrando su inmenso poder. El artista salmantino amó al toro y al caballo; dedicó mucho tiempo a estudiarlos para dejar constancia de su belleza.
Gracias por tu legado, recordado amigo; inmenso creador de formas y emociones.
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