HA MUERTO SIMÓN RODRÍGUEZ, mi amigo Simón.
Simón Rodríguez quiso ser torero. En Badajoz, junto a Dámaso Gómez, salió por la Puerta Grande el 24/06/1952. Su limitada estatura, y su miedecillo, que confesaba, no le dio el ánimo necesario para seguir en la profesión. Fue una gran persona, trabajador y muy listo. Hace casi 40 años, cuando trabajaba en los almacenes del Corte Inglés en Valdemoro, me pedía que le trajese monedas de los países que yo visitaba, porque su jefe era numismático y con ellas pretendía “engrasar” sus peticiones de los permisos necesarios para asistir a los toros.
En el baño de su casa se cayó hace 15 días, con tan mala suerte que se lesionó la médula espinal. Aunque fue operado por si cupiera recuperación alguna, la tetraplejia fue inevitable. Anoche murió, y esta tarde ha sido incinerado en el cementerio de La Almudena. Descanse en paz Simón; él, que nunca paraba…
Era habitual verlo en el patio de caballos los días de corrida sorteando billetes de loterías o cualquier invento que se le ocurriera para sacar unas perrillas. Era atento, educado y muy cariñoso; servicial en grado sumo, realizaba los encartes de las fichas en los programas de las corridas porque se creía obligado a responder a los favores que le hacían las empresas por dejarle entrar como «Simón por su casa». Y es que Las Ventas era su casa.
Simón recorría las plazas de España con su gorrilla y su bolsa de revistas, para ver toros, además de para sacar una buena cantidad de pesetas. Sevilla, Pamplona, Bilbao, Santander, Valencia, Zaragoza… eran paradas anuales obligadas para su ruta de ferias. Allí me lo encontraba con su gorra y camiseta de “Tsubaki”, que paseaba por los ruedos junto al torero triunfador. «Jóse: aquí está el periódico con mi foto en Zaragoza acompañando a «Joselito» en su salida a hombros». Era el reclamo a la justa propina que se había ganado.
Simón era mi amigo. Hace apenas un mes que hablé con él para preguntarle por su esposa, principalmente. Él estaba muy bien; sus muchos kilómetros recorridos en las plazas de toros, subiendo y bajando escaleras de tendidos y gradas, le hicieron un hombre fuerte. A ella nunca la dejaba sola; desde hace muchos años la traía de la mano cuando venía a casa a traerme Aplausos. Ambos han sido unas personas entrañables para mí.
Deseo expresar mi sentido dolor a su hija y a su hijo; y a su esposa, aunque ésta no comprenda muy bien lo que ha pasado…
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