SANTANDER, PLAZA FELIZ
Corrida del día del Santo, casi lleno en los tendidos y ganas de fiesta. El cuarto toro, de Miranda y Moreno, se llama «Llanura», tiene casi 5 años, pesa 574 kgs y es bravo y de muy buenas condiciones. El picador cita mal al burel, pone en riesgo al caballo tras dejar que le coja por el pecho, le asesta un puyazo «asesino», como lo definiría mi admirado maestro en varas José Asensio, y el público se vuelve loco aplaudiendo porque el piquero no ha caído de la montura. La tele repite la «gesta» con deleite e incluso saca un primer plano del piconero en el callejón tras haberlo acompañado las cámaras en su salida del ruedo. Obviamente no sé lo que dicen los oradores porque hace tiempo que evito enervarme por sus comentarios y los tengo callados.
El picador de Miguel Ángel Perera recibió mal al toro y puso el puyazo muy, muy trasero, con lo que no pudo defender la cabalgadura ya que el punto de apoyo estaba desplazado. La gran pericia del piconero fue evitar la caída de caballo y caballero gracias a la gran calidad de monta que demostró y a la gran doma del jaco. Pero eso no debe ser aplaudido en una plaza de toros. Quizás en un concurso de doma, de saltos o yo que sé de qué, la actuación fuera merecedora de loa, pero no picando y destrozando a un gran toro de lidia.
El gran «Llanura» fue bien a las banderillas de Ambel y de Barbero, pero cuando llegó a la muleta sus embestidas eran inciertas, cabeceaba, se resentía de lesión vertebral, y a pesar de su calidad no pudo darnos todo lo que tenía antes del puyazo. El puyazo fue fuerte puesto que el apoyo del picador estuvo en la vara y el burel apretó en firme; la colocación fue escandalosamente trasera por lo que sin duda la puya afectó de forma violenta los cartílagos ínter vertebrales de más de una vértebra, con lo que la lesión producía en el animal una incapacidad para llevar una embestida armónica, lineal y humillada.
Asistimos en cada corrida a espectáculos parecidos al que narramos de Santander y nadie dice nada. También ayer, en el 6º, tuvimos que sufrir el ver un puyazo caído que afectó a la vena o/y a la arteria supra escapular y que motivó que el toro dejará en su recorrido un reguero de sangre que, como es lógico, mermó mucho sus posibilidades de embestir, quedó sin fuerzas, destrozado. La hemorragia fue tal que duró hasta el mismo momento de la suerte de matar.
Y los matadores y picadores, tan panchos. ¿Saben de verdad dónde y cómo hay que picar? Recuerdo unas confesiones que me hizo en Valladolid el gran Santiago Castro «Luguillano»: <Decía a mis picadores que picaran en el morrillo, porque la experiencia me demostró que los puyazos puestos ahí eran ideales para el comportamiento del toro en la muleta. Y al que no lo hacía así, al terminar la corrida lo mandaba para casa>. «Luguillano» salió 5 veces por la Puerta de Madrid a pesar de que su carrera fue efímera por cogidas fuertes. Sus triunfos, nos dijo, se debían mucho al trato que daban a sus toros los subalternos en lidia y varas.
La Fiesta está herida por la falta de respeto que la prestan los del «taurineo», ayudados por el poco conocimiento del público de lo que es o no correcto. Por la poca formación de los toreros y subalternos. Por la liviandad o connivencia de gran parte de la crítica; el silencio de muchos ganaderos; la pleitesía de muchos apoderados y empresarios… Por la manipulación de los que mandan en esto hoy: Matilla, López, Martínez, Domb… (que cada uno ponga más personajes interesados en esta debacle). <Y Talavante que no toree porque no quiere seguir conmigo> (aunque haya sido el triunfador de San Isidro). Y todos a tragar.
Pena. Mucha pena.
Un «miura» poniendo seriedad
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