VII. AHORMAR LA EMBESTIDA
AHORMAR LA EMBESTIDA DEL TORO EN LA SUERTE DE VARAS
Cada día me sorprendo más del deterioro en que se encuentra la Suerte de varas, y cada vez me afirmo más en que ello es debido, principalmente, al desconocimiento que sobre dicha suerte tienen los actores de la misma. Es cierto que no todo es blanco o negro y que en esto también hay muchos matices y grados de grises que requieren un estudio profundo que nos explique por qué algo tan elemental, a mi modo de ver, como es picar en su sitio es tan poco aceptado, entendido, logrado o pretendido. Aunque a todos los encuestados no se les caiga de la boca la palabra: “ahormar”, quid de la “cosa”.
En todas las conversaciones que he mantenido sobre el tema de la Suerte de varas con profesionales y aficionados, la totalidad de ellos han indicado que esta suerte se realiza, como objetivo primero, para ahormar la embestida del toro. En 2º lugar sitúan el moderar el poder para que pueda ser toreado con la muleta. Por último, el cómo acepte el toro la suerte será índice de su bravura. En estos conceptos se resume la opinión que sobre este primer tercio tienen la gran mayoría de profesionales, aficionados y periodistas de la Fiesta. Pero…
¿Qué es ahormar? ¿Cómo se ahorma la embestida? ¿Cómo se sabe si un toro es bravo? Una cosa es la teoría y otra, muy diferente, la práctica que se estila en las últimas 3 o 4 décadas. En mis análisis que sobre la Suerte de varas realicé durante las temporadas del 1997 al 2007, referidos a los festejos celebrado en la plaza de toros de Las Ventas, casi setecientos festejos con un total aproximado de unos 8.500 puyazos, pude comprobar tres cosas importantes: 1.- El concepto de ahormar está difuso en las mentes de los profesionales, periodistas y aficionados; 2.- Tras malos o buenos puyazos el comportamiento de las reses se correspondía en la faena de muleta; 3.- Las deficientes actuaciones de matadores, peones y picadores impedían conocer, en muchos casos, la objetiva bravura de las reses.
“Tito” de Sandoval pica a Palmito de Moreno de Silva, en Ceret, 14/07/2012. Puya en el final del morrillo, vara combada por la retención del piconero, cara del caballo girando para largar
Hemos explicado en diferentes foros, en múltiples ocasiones, con documentación procedente de estudios realizados por veterinarios cualificados y declaraciones de toreros y picadores de hace décadas, que la mala ejecución de un puyazo puede desvirtuar la calidad del toro por verse afectada su anatomía de manera seria por lesiones musculares, óseas o psíquicas. También hemos mostrado nuestro acuerdo en que el puyazo correctamente ejecutado mejora las condiciones de la res y posibilita una lidia de muleta más armónica, estética y templada. ¿Por qué pues no se realiza siempre bien la suerte?
No estamos cansados, a pesar de la multitud de ocasiones en que repetimos esta salmodia, de insistir en las bondades de un buen puyazo y en los perjudicial que puede ser uno malo. Sabemos lo difícil que es picar en su sitio, el morrillo para AHORMAR la embestida, evitar el choque con el peto para TEMPLARLA, LARGAR pronto al burel para evitar el desgaste de sus capacidades y medir adecuadamente y paulatinamente el castigo. Seguimos repitiendo nuestro concepto sobre la Suerte de varas, que no se refiere sólo a dónde se pone la puya y a cuánto se sangra y castiga, sino que tiene otras fases de suma y bella importancia que nos permitiremos recordar.
AHORMAR es posibilitar con la acción de la puya que el toro se encuentre más cómodo embistiendo con la cabeza humillada; que siga el trazo que le sugiere la muleta de manera armónica, continuada y rítmica; sin cabeceos, sin zigzagueos… Repetimos que cada vez salen más toros al ruedo “sabiendo” embestir, debido a la maravillosa selección que durante años han realizado los ganaderos más pertinaces. Éste es un grado de domesticidad que es imposible detener, y de hecho puede estar adecuado a la evolución que supedita nuestra corrida a la cambiante sociedad, aún a la afición más exigente, que también varía. Pero es cierto que muchas ganaderías posibilitan reses que humillan y no por ello se les priva de su acometividad, de su casta.
Pero al toro que no es proclive a humillar ha de ser tratado en varas con la técnica y la medida adecuadas para posibilitar dicha virtud. Para ello es necesario picar en su morrillo, porque por él transcurren los músculos que regulan el movimiento de la cabeza, los llamados “epiaxiales”, que son dos y parten del nudo que forman los que provienen de los miembros delanteros con los procedentes del dorso. Ese nudo muscular se encuentra en la llamada “cruz”, por lo que picar en la cruz inevitablemente afectará negativamente al movimiento posterior de la res. El grado de afección será proporcional a la penetración de la luya y a las lesiones que el movimiento de la misma dentro del cuerpo del burel produzca. Cierto es que si se pica al final del morrillo, antes de la cruz, y la vara se aplica en vertical (más o menos) se logrará afectar a los músculos extensores de la cabeza, principal argumento para ahormar la embestida. Veamos.
Los dos músculos epiaxiales son simétricos y se abren paulatinamente hacia la testuz, por lo que cerca del final del morrillo pueden ser afectados a voluntad del picador colocando la puya hacia izquierda o derecha, según exijan las condiciones del toro. Si la res tiene una cierta tendencia a vencerse por un lado, afectando con la puya el epiaxial de ese lado es posible evitar esa tendencia. Hay que unir esta acción a la templanza con la que debe aplicarse el castigo, que se consigue reteniendo el empuje de la res con la fuerza del cuerpo apoyado en el estribo izquierdo, solicitando al caballo retención al empuje de la embestida y largando al toro con premura. Y todo esto debe conseguirse tras haber colocado el caballo frente al toro haber recibido a éste evitando el choque con el peto. ¿Es difícil? Sí, por eso los picadores tuvieron siempre la apreciación más selecta de la afición a los toros.
¿Y qué sucede cuando se pica en la cruz o detrás de la cruz? Pues que la embestida no se ahorma, y además es posible que el toro salga de varas con lesiones en músculos locomotores que dificultarán la embestida armónica y equilibrada. Y cuando la vara es más trasera, recordemos que ahí “caen” el 34% de los puyazos, porcentaje similar a los que se ponen en la cruz, es muy normal que el toro puntee la muleta al final del pase, que se rebrinque su embestida y que se agote mucho antes por dolor y esfuerzo. Y si el puyazo es caído, casi siempre en el lomo izquierdo y a la altura de la cruz, caben dos lesiones importantes: la afectación de la vena o la arteria escapulares, y la lesión del cartílago de la escápula, lo que produce una hemorragia excesiva y una cojera inmediata, respectivamente. Y cuando se pica en las vértebras torácicas y la puya profundiza hasta más de 3 veces su longitud, casi siempre en esa zona, puede tocar los cartílagos que separan las vértebras produciendo una lesión al separar del hueso el cartílago, lo que revertirá en un desasosiego constante del toro en su movimiento, nada recomendable para una embestida “ahormada”. Y de la hemorragia sanguínea ya hemos hablado en varias ocasiones, indicando que un sangrado excesivo agota al toro y le impide continuar con celo la faena.
No sólo la colocación de la puya y la medida del puyazo definen una buena suerte de varas, también la puesta en suerte del toro por parte del torero o su peón; la colocación del picador junto a tablas y perpendicular a ellas para no molestar esa puesta en suerte y salir de allí citando con gallardía; la elección del sitio de picar según las condiciones de la res; la ausencia de peonaje junto al jaco para que el toro muestre su bravura o mansedumbre; la monta del caballo; la doma del caballo… Ya tratamos de todos estos temas en nuestro libro “La verdad sobre la Suerte de varas”, y nos obligamos a repetir una y otra vez lo esencial de aquel estudio porque creemos en que es vital para la corrida una Suerte de varas DIGNA, porque creemos que la actual forma de picar (salvo honrosas excepciones), es perjudicial para la Fiesta; porque pensamos que hay una cantidad importante de picadores que están desprestigiando la profesión. Porque el TORO se merece un respeto como noble compañero del torero en un rito en que está en juego la vida. Porque me repugna ver casi cada tarde sangre excesiva, lanzadas alevosas, toreros despreocupados de lo que pasa en varas; primeras figuras que dejan al toro en cualquier sitio en lugar de esmerarse en ponerlo en suerte dándole su jerarquía y cumpliendo con el reglamento. Si yo fuera presidente de un festejo taurino, antes del mismo reuniría a los toreros y les diría: “No concederé un segundo trofeo al matador que no realice y haga realizar la suerte de varas debidamente”. Quizás pondrían bien en suerte al toro ante el caballo y exigirían al picador tino, sapiencia y mesura en la ejecución de los puyazos.
En la Red