MIURA, EL TORO El miura saluda al personal: «Hola, Dª. Berta»
Ayer dejamos el postre «miureño» para endulzar nuestro paladar ahíto tras haber paladeado sabores taurinos variados durante «7 días 7» de festejos mayores en la plaza bilbaína de Vista Alegre. Miura es el TORO por antonomasia, el nombre propio del toreo. Discutir sobre el toreo moderno contraponiéndolo al antiguo me aburre. Intentar defenestrar a uno u otro me parece de necios. Cada cual puede «sentir» con el toreo que quiera; y ¡ay de aquel que necesite uno solo para gozar!, será igual que el ciego en Granada…
Octavio Chacón, Pepe Moral y Juan Leal dieron una demostración de lo que es el toreo eterno con el toro eterno, el que justifica el riesgo luchando por evitarlo. Valor, entrega y técnica de tres toreros de verdad que nos regalaron una épica lucha, ética y emotiva. Y, a veces, con lances y pases similares (o más bellos) a los que las figuritas de toros «chochones» dibujan ante el espectador poco exigente, carentes de la verdad que supone el riesgo cierto. No hay despreció hacia nadie, sólo meditación sobre la importancia de uno y otro toreo. Y reivindicación del TORO.
Octavio Chacón
Pepe Moral
Juan Leal, que ofreció su sangre con generosidad
Con el reportaje del gran fotógrafo Manu del Alba (gracias, Manu) podemos glosar la gesta de tres toreros valientes en su lid con toros fieros, míticos e íntegros…, a pesar de que exhibieran, 7 de los 14 pitones, un escobillado indigno.
Cada uno de los aguerridos toreros interpretaron una partitura distinta con asonada música, en la que las teclas a pulsar dependía demasiado del instrumento vivo que manejaban y que se resistía a regalar cualquier sonido armónico. Mil veces prefiero desconocer la nota siguiente, por impredecible, que saber de antemano los estribillos, repetidos una, dos, tres… cien veces. Y es que el Toreo es también música, callada (íntima), o no, pero que te mece en el romántico sueño en el que dioses menores juegan con el riesgo intentando ofrecerte una emoción sincera. Esto fue ayer lo que disfrutamos; con toros que exigen, que no regalan nada, porque sus genes les inducen a la lucha, a no dejarse arrebatar nada de su dignidad de casta, y con toreros generosos y sinceros. Y no me habléis de mansos, que los hubo, de descastados, que también. Habladme de emoción, por favor. Miura, el TORO. Hay más castas, claro, que ya glosamos con anterioridad en este blog.
Y ésta, la corrida eterna, es parte de la Tauromaquia amada. Una palabra, Tauromaquia, de ecléctico significado que últimamente se minimiza, se minusvalora por su utilización inadecuada, por limitativa, a mi forma de ver. Me explico:
«Tauromaquia» es el arte y técnica de lidiar toros, en su 1ª y genérica acepción. En la 2ª se refiere a los textos que explican ese arte que conforman los diversos juegos del hombre y el toro. Una 3ª definición se aplica al conjunto de imágenes de la secuencia de una exhibición taurina. La «Tauromaquia de Pepe Hillo», de 1793, editada en Cádiz en 1796, y la «Tauromaquia De Francisco Montes Paquiro», de 1836, son ejemplos de la 2ª acepción. La «Tauromaquia de Antonio Carnicero», secuencia de 12 grabados realizados entre 1790/1795, y la «Tauromaquia de Goya», de 33 aguafuertes de 1816, son ejemplos de la 3ª.
A lo largo de la historia el léxico de «los toros» ha ido impregnando el Castellano de manera certera e inexorable. Locuciones habituales del hablar popular acogen palabras del toreo que definen claramente actitudes, sensaciones y comportamientos de la actividad diaria del ibero; desde siempre. Con anterioridad se usaba la palabra «Tauromaquia» para expresar esas artes y técnicas diversas aplicadas al juego del hombre y el toro, refiriéndose no sólo a la corrida, sino a todos esos festejos que constituyen el variado divertimento popular de la afición taurina: capeas, suelta de toros en las calles, recortes, saltos, toreo a caballo, tientas a campo abierto o en cerrados, forçados, etc. Recordemos que de estos festejos populares se celebran en España cerca de 15.000 al año.
Leyendo las revistas anteriores: «El Enano», «La Lidia», «Sol y Sombra», «El Eco Taurino», «El Toreo», «El Ruedo»…, es normal no encontrar la palabra «Tauromaquia» aplicada a la forma de torear de un torero ni para referirse a la corrida o al toreo en general. De hecho, textos doctos escritos hace más de 30 años apenas la utilizan fuera de las definiciones 2ª y 3ª, y sólo lo hacen en la 1ª cuando se refieren a las diversas artes taurinas en general. Esto ha variado desde hace unos 20 años. ¿Por qué se ha producido esto? Creo tener una explicación convincente. Veamos.
Durante 2012 y comienzos del 2013, por iniciativa de ese gran taurino que fue D. Luis María Gisbert, los aficionados nos movilizamos para recoger más de 500.000 firmas con objeto de conseguir una Iniciativa Legislativa Popular que declarara a «Los Toros» <Bien de Interés Cultural>. Una vez conseguido ese número de firmas, que llegaron a 590.000, el Ministerio de Educación constituyó una mesa de expertos, presidida por D. Juan Antonio Gómez Angulo, que debía preparar el anteproyecto de ley que el Partido Popular presentaría en el Congreso de Diputados. Alguno de los que fuimos llamados a esas consultas preparatorias, entre ellos el más elocuente y convincente fue D. Williams Cárdenas Rubio. Este aficionado y un servidor, defendimos el cambio de denominación de la propuesta: «Los Toros Bien de Interés Cultural» por la más genérica, contundente y efectiva de: «Tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial», a sabiendas de que en esta última definición el compromiso del Estado era mucho mayor. En la de «Bien Cultural» el compromiso del Estado es «que procurará defender dicho bien»; en la de «Patrimonio Cultural Inmaterial», tendrá la OBLIGACIÓN de proteger, difundir incluso de dotar económicamente al citado «PCI». Así defendió el proyecto de ley D. Juan Manuel Albendea Pabón «Gonzalo Argote» (seudónimo en sus críticas taurinas sevillanas), que concluyó en noviembre del 2013 con la Ley 18/2013 que declaraba a la Tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial de los españoles, con lo que se abre la puerta para poder conseguir que sea nominada por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y se cierran aquellas que pretenden abolirla.
Desde principios del siglo XXI, D. Williams Cárdenas Rubio «El Torbellino» (en los carteles taurinos), promovió en la Asociación Taurina Parlamentaria, de la que era alma y su Secretario general, la necesidad de trabajar porque los toros fueran declarados patrimonio de la humanidad. En 2003, debido a movimientos internos de la Asociación, que no interesa desvelar aquí, Williams constituyó la «Asociación Internacional de Tauromaquia», en cuya Comisión técnica tuvo a bien incluirme, con el objetivo firme de colaborar con todas las asociaciones taurinas para conseguir que los festejos populares de los pueblos de España fueran declarados <Patrimonio cultural> de cada uno de ellos. El éxito, derivado de un trabajo ímprobo, continuado y eficiente, fue que en pocos años eran más de 400 los pueblos y ciudades de España que consiguieron con su ayuda las declaraciones pretendidas para la defensa de su «Tauromaquia», en la que, principalmente se acogían los festejos populares de los que ya hemos tratado.
Es a partir de entonces cuando se empieza a popularizar la utilización de la palabra «Tauromaquia» en sustitución de «Los Toros», «El Toreo», «La Fiesta», «La Corrida»… ¿Es correcto? Incorrecto no es, pero lo creo, por genérico inadecuado. Es curioso cómo ha proliferado una palabra tan poco usada hasta hace apenas 20 años. Les invito a comprobarlo en libros y revistas. Un gran estudioso de la Tauromaquia (adecuada la palabra ahora), mi dilecto y admirado amigo D. Andrés Amorós Guardiola, escritor de más de 25 libros sobre «toros» y su cultura, ha utilizado e los últimos 10 años la palabra en cuestión más que en los citados 25 sabrosos estudios sobre el tema taurino. Y lo cito a él por poco dudoso en cuanto a formación, afición, erudición y meticulosidad cultural. Y por ello me pregunto si soy un viejo cascarrabias por señalar que el actual es un uso excesivo e inadecuado en muchas ocasiones. Y denuncio el continuo abuso de la palabra «Tauromaquia» en las transmisiones de radio y TV, así como en revistas y artículos en blogs y demás medios digitales que existen sobre nuestra Fiesta nacional. Porque el significado genérico se distorsiona a veces y no define con exactitud el hecho al que se aplica.
Dado mi atrevimiento al respecto de esta venial denuncia, me ofrezco a polemizar con espíritu constructivo para procurar adecuar cada palabra de nuestra cultura taurina lo más exactamente posible a lo que deseamos definir.
Williams Cárdenas recibe el «Madroño de Albero» de manos del presidente de la
Tertulia de Amigos del Conde de Colombí
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